top of page

Por qué un proceso de sanación acelerado podría no ser tan bueno como creemos

  • Foto del escritor: Lorena Ayala
    Lorena Ayala
  • 29 dic 2023
  • 3 Min. de lectura

Hace poco llegué a la conclusión de que, aunque sanar rápidamente nos podría parecer una gran ventaja, esto no es necesariamente lo más adecuado.


Recientemente, y por primera vez en mi vida me mordió un perro. Además del susto, me gané una herida aparentemente pequeña, pero bastante profunda. Al cabo de unos días, la superficie de la herida había cerrado por completo. Sin embargo, aproximadamente una semana después, comencé a tener mucho dolor en la zona de la herida y la piel estaba enrojecida e inflamada. La parte superficial de la herida cerró tan rápidamente que no dio tiempo a que las demás capas de piel sanaran adecuadamente y se estaba cocinando una infección. Debido a esto, fue necesario reabrir la herida, drenarla y, finalmente, impedir que la piel cerrara muy rápidamente para dar tiempo a una correcta sanación. Esta no es la primera vez que una cicatrización acelerada me mete en problemas; poco antes había pasado por un proceso similar con una astilla de vidrio en el dedo de una de mis manos. La astilla era minúscula y la piel cerró tan rápidamente que atrapó a la astilla de vidrio dentro del dedo sin que me percatara de ello. Cuando comencé a experimentar dolor, me di cuenta de lo que había sucedido y fue necesario reabrir la herida, sacar la astilla y quemar la piel diariamente para evitar que la herida cerrara muy rápidamente.


Me pareció interesante que me pasara esto y, en lugar de frustrarme al respecto, decidí mantener una actitud de curiosidad (la cual, por cierto, es una energía de alta vibración que nos permite afrontar los problemas positivamente), pues mi intuición me decía que había un mensaje para mí en todo esto.


Finalmente, comprendí que lo que hace mi cuerpo con las heridas es un fiel reflejo de la actitud general que tengo en torno a la sanación. No solo cuando me enfermo físicamente, sino también cuando paso por alguna experiencia dolorosa, traumática o un duelo, mi mayor deseo es sanar lo más rápidamente posible para estar otra vez “al cien”. Mi deseo y mi intención son tan fuertes que mi cuerpo responde a ello con un proceso de cicatrización acelerado.


Si bien sanar rápidamente puede parecer una gran ventaja, no es así cuando, como en estos ejemplos, nos damos cuenta de que la herida no sanó adecuadamente y hay que dar marcha atrás. Esto mismo me ha sucedido a nivel emocional. En repetidas ocasiones he creído que ya dejé atrás un trauma o una situación desagradable y que estoy en paz con ello solo para descubrir tiempo después que no era así y que una nueva situación o persona detona emociones relacionadas con el evento anterior. Entonces, no sólo tengo que afrontar el nuevo desafío, sino que también tengo que atender la maraña de emociones que salen a flote y que están relacionadas con una “herida” del pasado de la que yo me creía ya sanada.


Sé que son varios los factores que nos pueden llevar a desear que nuestro proceso de sanación sea acelerado. Probablemente no queramos preocupar a nadie porque estemos enfermos o porque nos sintamos de tal o cual manera o tal vez nos urja retomar nuestras actividades y no decepcionar a nadie, por poner algunos ejemplos.


Independientemente de lo que sea que nos motive a querer acelerar nuestra sanación, cuando lo hacemos, dejamos de respetar nuestros procesos individuales, es decir, no permitimos que las heridas sanen adecuadamente ni nos damos permiso de tomarnos el tiempo necesario para sanar desde las capas internas. Esto provoca que vayamos por la vida parcial o superficialmente sanados. Sin embargo, por debajo de la superficie, la energía se acumula y tarde o temprano nos dará problemas. Por lo tanto, a la larga, el proceso resultará más tardado y doloroso de lo que habría sido si, desde un principio, hubiéramos permitido que se tomara el tiempo que fuera necesario. Tarde o temprano nos veremos forzados a reabrir la herida. Esto es doloroso y puede sentirse como irrelevante o impertinente en función de lo que estemos viviendo en ese momento y podemos llegar a decirnos: “Pensé que eso ya lo había dejado atrás” o “¿A qué vienen estas emociones ahora?”. Cuando sucede esto, sólo nos queda indagar en lo que está pasando y permitir que aquello que no salió o sanó en su momento sane ahora.


Mi sugerencia es dejar de tener prisa por sanar. Respetemos nuestros tiempos y procesos. No callemos a nuestro cuerpo ni sus síntomas porque, además de arriesgarnos a sanar sólo superficialmente, también podríamos pasar por alto el mensaje que nuestro cuerpo o la situación tiene  para nosotros.


Gracias a mi “accidente” con el perro que, por cierto, se llama Polilla y con quien ya platiqué e hice las paces, también descubrí que en realidad los accidentes no son eventos desafortunados que nos suceden aleatoriamente, sino llamadas de atención y oportunidades de aprendizaje. Así que, mantengámonos abiertos, receptivos y curiosos como cuando éramos niños.


ree

 
 
 

Comentarios


Facilitadora de bienestar integral

RESERVAS:

525513906936

lorena84331@gmail.com

  • alt.text.label.Instagram

©2023 por Facilitadora de bienestar integral. Creado con Wix.com

bottom of page