Mi vida con un trastorno del sistema nervioso
- Lorena Ayala

- 13 ago 2023
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 30 abr
Hace alrededor de 10 años, me diagnosticaron disautonomía que es un trastorno del sistema nervioso. Desde el punto de vista médico, vivir con este trastorno implica lidiar con una serie de desequilibrios en todo el cuerpo que hacen que la vida diaria sea un tanto más complicada que para las personas cuyo sistema nervioso funciona con normalidad. Quienes padecemos de esta enfermedad podemos, por ejemplo, desmayarnos o marearnos sin motivo aparente cuando cambiamos repentinamente de posición y esto es debido a que la sangre tiende a estancarse cuando pasamos mucho tiempo en una posición; también tendemos a deshidratarnos con facilidad, sentirnos cansados, padecer de problemas digestivos y tener cambios repentinos de presión arterial o frecuencia cardiaca, entre muchas otras cosas.
Ahora bien, seguramente no es igual para todas las personas, pero, en mi caso, esta alteración del sistema nervioso ha implicado una extrema sensibilidad no solo a estímulos externos perceptibles, es decir, intolerancia al ruido, a luces o a olores intensos, sino también una alta sensibilidad a estímulos que, por lo general, no son perceptibles para la mayoría de las personas, como la energía de los demás incluyendo sus emociones y pensamientos. Es probable que a algunos de ustedes les suene familiar el término persona altamente sensible (PAS) y, sí, justamente mi trastorno del sistema nervioso me hizo una persona altamente sensible o al revés, ser una persona altamente sensible me llevó a desarrollar síntomas físicos que, en conjunto, se conocen como disautonomía. Esto es como lo del huevo y la gallina, no sé bien que fue primero, lo que sí me queda muy claro es que existe una estrecha relación entre ambas cosas.
Por otro lado, según la literatura, muchas personas con alta sensibilidad también son empáticas. Si bien, la empatía siempre se ha considerado una cualidad deseable, para los que somos altamente sensibles, puede llegar a ser algo abrumador.
Estas características pueden traducirse en el despliegue de una personalidad perfeccionista, introvertida y/o complaciente con los demás. Es muy común que nos cueste mucho trabajo poner límites, aprender a decir que no a los demás y cuidar de nuestras propias necesidades emocionales, pues tendemos a anteponerlas a las necesidades de los demás.
Quien nunca antes había escuchado de ninguno de estos temas, probablemente, se pregunte cómo un problema del sistema nervioso puede derivar en ser sensible a la energía, pensamientos o emociones de otras personas. En este punto debemos considerar dos cosas. En primer lugar, el sistema nervioso no es otra cosa que un intrincado sistema de impulsos eléctricos por medio del cual nuestro cerebro interpreta señales o impulsos generados fuera de nuestro cuerpo para producir una respuesta. En segundo, todos emitimos un campo electromagnético; esta energía es la que se registra en un electrocardiograma o en un electroencefalograma, por ejemplo. Las disciplinas alternativas, basadas en el manejo de energía, interactúan con este campo para promover un bienestar a nivel físico, emocional, mental y espiritual.
Donna Eden, una de las pioneras en el campo de la medicina energética, dice que la energía tiene memoria. Otros autores dicen que todos nuestros recuerdos, traumas, emociones y pensamientos quedan registrados en nuestra energía o campo electromagnético y que todo esto podría crear patrones que generen un desequilibrio o enfermedad en el cuerpo.
Regresando al tema de este artículo, las personas altamente sensibles o con un desequilibrio del sistema nervioso tenemos nuestra antena (el sistema nervioso) muy receptiva a la energía de las demás personas, a tal grado que, sin darnos cuenta, permitimos que su energía entre en nuestro campo electromagnético y esto nos hace más vulnerables a manifestar enfermedades físicas y emocionales.
Todo esto lo aprendí hasta hace poco cuando al platicar con una amiga muy querida sobre los síntomas que me estaba causando la disautonomía, me contó de las personas altamente sensibles; al investigar sobre el tema, me identifiqué bastante y me di cuenta de la relación que existía entre las dos cosas.
Sin embargo, pasé la mayor parte de mi vida en el desconocimiento total sobre estos temas y por desgracia mi mamá, quien también fue una persona muy sensible, no pudo ser abierta con los demás sobre su sensibilidad y todo lo que percibía, pues uno de sus más grandes temores era que las personas pensaran que padecía un trastorno mental. Por ello, no pudo recibir el apoyo que necesitaba y tampoco pudo guiarme para aprender a lidiar con esto.
Al igual que mi mamá, pasé muchos años tratando de ocultar esta parte de mí. Entre mis síntomas físicos más todo lo que percibía y que no podía entender, la vida me parecía difícil. Me costaba mucho trabajo relacionarme con otros niños y muchas veces pensé que yo no era normal, pues podía sentir las emociones y percibir en mi cuerpo los malestares físicos de otras personas, y esto me abrumaba. Fui muy callada e introvertida y, gracias a esto, mi familia siempre validó mi creencia de que yo era diferente y rara.
Durante mi adolescencia, renuncié a mi sueño de convertirme en doctora porque comencé por estudiar una carrera técnica en enfermería y al hacer mis prácticas en hospitales, me sentí totalmente agobiada por el dolor físico y emocional que percibía de los pacientes, y me aterraba la idea de causarles más dolor. Terminé estudiando y ejerciendo una profesión completamente diferente, traducción, en la que me desempeñé bien gracias a mi intuición. Siempre superé las expectativas de mis puestos a costa de mi salud y trabajé en exceso porque tampoco supe poner límites además de ser sumamente complaciente con los demás.
De adulta, una de las cosas que más me angustiaba era sentir que estaba invadiendo la privacidad de las demás personas pues, sin quererlo, tenía visiones de los desafíos por los que atravesaban y, aunque en ese momento no lo sabía, también veía escenas de sus vidas pasadas y esto me hizo cuestionar mi salud mental infinidad de veces.
Desarrollé una relación de amor-odio con las personas, pues, si bien podía entender fácilmente los desafíos a los que se enfrentaban, también me sentía agobiada por ello.
Pasé muchos años enferma y no fue sino hasta febrero de este año, 2023, que descubrí que había más personas como yo cuando escuché a una de las expositoras, Amy Stark, en la Cumbre del Cuerpo Electromagnético (Body Electric Summit) hablar sobre la relación entre una alta sensibilidad energética y las enfermedades físicas. Una de las cosas que Amy mencionó, y que más llamó mi atención, es que las personas sensibles tienen activo su sistema nervioso simpático mucho más tiempo de lo normal. Este sistema solo debería activarse en estados de emergencia o en situaciones de estrés que pongan en riesgo la sobrevivencia. Asimismo, agregó que pocas veces se activa su sistema nervioso parasimpático, el cual es responsable de regresar al cuerpo a su estado de equilibrio para que pueda entrar en modo reparación. Es decir, las personas altamente sensibles no solo se sienten abrumadas por los estímulos externos, sino que esta sobreestimulación nos mantiene en un estrés constante que nos impide descansar o alcanzar fácilmente estados profundos de relajación y los médicos actualmente reconocen que el estrés está detrás de todas las enfermedades físicas.
Desde entonces, he investigado ampliamente sobre el tema y me he dedicado a implementar herramientas que me han permitido transformar mi estado de salud físico y emocional favorablemente. Me gustaría que todas las personas que se sientan identificadas, independientemente de si han sido diagnosticadas o no con un trastorno del sistema nervioso, se tomen un momento para pensar que, probablemente, sean altamente sensibles a estímulos externos y que esto podría estar mermando su salud.
Algunas de las prácticas que juegan un papel fundamental en el bienestar de las personas altamente sensibles es aprender a poner límites y a proteger y limpiar su energía, aunque, honestamente, absolutamente todas las personas, sensibles o no, podemos beneficiarnos de ello. En las siguientes publicaciones hablaré a detalle de estas prácticas.




Admiro la capacidad de invertir el enfoque y lograr complementar los conocimientos para lograr equilibrar tu sistema y emociones.