Las siete lecciones del crecimiento espiritual: Amor incondicional
- Lorena Ayala

- 29 nov 2023
- 4 Min. de lectura
Mucho se habla del amor incondicional y creemos saber de qué se trata, pero este concepto se malinterpreta frecuentemente. Por otro lado, no se puede hablar de amor incondicional sin hablar de su base fundamental: el amor propio.
En lo que respecta al amor propio, yo creía que este se refería únicamente a tener autoestima, confianza en sí mismo y creer en el valor que tenemos. Sin embargo, incluso cuando una persona tiene una buena autoestima, confía en sí misma y es consciente de que su existencia es valiosa, podría no saber darse autocuidado.
Todos conocemos personas muy exitosas en su profesión cuyo éxito se debe, parcialmente, a que son sumamente seguras de sí mismas y creen en el valor que tiene lo que hacen y en el impacto positivo que tienen en otras personas, pero nunca se detienen. Estas personas, generalmente, no hacen una pausa para descansar, cuidar de sí mismas y apapacharse. El amor propio no es pasivo; no podemos afirmar que nos amamos si no hacemos nada para expresar ese amor que sentimos por nosotros mismos.
Existen muchas creencias erróneas en torno al amor propio que nos han confundido. A mí me ha costado mucho comprender que el amor propio no equivale a egoísmo y he visto a otras personas olvidarse del autocuidado y consentirse con compras compulsivas creyendo que darse lujos es la mejor manera de expresar lo mucho que se quieren. Quienes hemos perdido la salud en algún momento del camino probablemente ya hayamos notado que poner nuestras necesidades en primer lugar para sanar no es, de ninguna manera, un acto de egoísmo y que ningún lujo material que nos procuremos puede darnos la salud de la que carecemos.
Por su parte, el autocuidado puede significar cosas muy diferentes para cada persona: atención médica, ejercicio, alimentación equilibrada, crecimiento espiritual, aprendizaje, etc. Considero que lo que todas estas cosas tienen en común es que justamente están motivadas por el amor. Un gran descubrimiento reciente para mí es que tener una actividad profesional que amemos es una forma muy bella de autocuidado. Nunca imaginé que nuestra actividad laboral podría considerarse parte de nuestra rutina de autocuidado y una forma de darnos amor propio. Ahora comprendo que una excelente manera de cuidarnos consiste en ejecutar un trabajo que nos apasione y nos llene de energía y de alegría en lugar de que nos drene y nos haga sentir fastidiados.
Ahora bien, es virtualmente imposible experimentar el amor incondicional si no hemos aplicado el amor propio. Cuando nos amamos a nosotros mismos y decidimos expresar ese amor a través del autocuidado, también estamos optando por amarnos incondicionalmente aún a pesar de todo aquello que percibimos como imperfecciones en nosotros mismos y sólo así podemos ofrecer ese mismo amor incondicional a otros.
En ocasiones, algunas personas pueden creer, erróneamente, que amar incondicionalmente consiste en dejarse maltratar por otras personas o “poner la otra mejilla”. No obstante, cuando las personas actúan de esta manera, podrían, inconscientemente o no, comenzar a jugar el papel de mártir o víctima ganando la atención de otras personas, pero perdiendo poder personal y fomentando sentimientos de impotencia.
Como el amor incondicional va de la mano del amor propio, este nos permite poner límites sanos y tomar distancia o alejarnos completamente de personas o situaciones que amenacen nuestra integridad y bienestar.
Lo anterior quiere decir que podemos seguir amando a distancia. Como ejemplo, quiero referirme a las personas que, a pesar del rompimiento de su relación, acaban en buenos términos con sus exparejas y son quienes me han inspirado a tratar el amor incondicional. A pesar del gran amor que sienten la una por la otra y los años que pasaron juntas, estas personas llegan a un punto en el que se dan cuenta de que se están haciendo daño y deciden separarse. A pesar de que su proceso de separación haya sido doloroso, el amor incondicional trasciende el amor de pareja y les permite conservar la amistad apoyándose y cuidándose. Las pongo como ejemplo porque se dan cuenta de que han empezado a hacerse daño, se responsabilizan de sus acciones sin tomar el papel de víctimas, deciden tomar distancia y se siguen queriendo con todo y sus defectos. El amor que tenían como pareja no se antepone a su amor propio por lo que no se sienten obligadas a permanecer juntas y deciden no vivir en el rencor culpándose entre ellas por el término de la relación.
En cambio, conozco varios casos que pueden ejemplificar muy bien qué no es el amor incondicional y cómo fácilmente podemos asumir un papel de víctimas o mártires. Existen personas que permanecen en relaciones de pareja a pesar de no ser felices; otras personas terminan la relación, pero siguen en contacto e incluso afirman tener una relación amistosa con sus exparejas y, en ambos casos, aprovechan cualquier oportunidad para hablar del daño que les hacen o les hicieron y lo mucho que sufrieron o sufren a su lado.
Sé que aun cuando hemos aprendido a amarnos incondicionalmente a nosotros mismos, nos puede seguir siendo muy difícil amar incondicionalmente a personas que catalogamos como “malas” o que simplemente nos hicieron daño. A este respecto, sólo recomiendo recordar que, a pesar de estar teniendo una experiencia individual como humanos, la separación entre unos y otros es ilusoria, puesto que todos estamos conectados. Esta conexión se conoce en la espiritualidad como unicidad y se refiere a que todos somos partes individuales del todo, del universo, de la fuente o de un dios o creador, cualquiera que sea el nombre que le demos, según nuestras creencias.
A mí me costó mucho trabajo asimilar este concepto de unicidad principalmente porque me sonaba religioso y quienes me conocen saben que no practico ninguna religión porque no comulgo con sus principios. Cuando me enteré de que, en octubre de 2022, el premio nobel de física se otorgó a investigadores del entrelazamiento cuántico comprendí mejor esto de la unicidad. Los experimentos de estos investigadores demostraron que la alteración de una partícula afecta a otra a pesar de estar físicamente separadas; esto es lo que se conoce desde hace años como el famoso “efecto mariposa” y sustenta el hecho de que, independientemente de si somos conscientes de ello o no, todos estamos conectados en todo momento.
Asimilar este tipo de conceptos tan profundos e innovadores lleva su tiempo, por lo que, como en todo proceso, si queremos aprender a expresar amor propio y amor incondicional, es recomendable tenernos mucha paciencia y no recriminarnos si todavía no lo logramos.




Comentarios