La sabiduría del cuerpo
- Lorena Ayala

- 30 ago 2023
- 6 Min. de lectura
Alguna vez pensé que mi cuerpo era mi enemigo y he escuchado a varias personas expresar esta misma creencia con otras palaras, por ejemplo, “mis ovarios me odian porque siempre me da cólico cuando me llega el periodo”. Quiero compartir, sin intención de justificar mi antigua creencia, que sufrí de mucho dolor y por ello varias veces tuve que cancelar planes, lo cual me hacía pensar que mi cuerpo me “traicionaba” en momentos importantes.
Me apena haber pensado así, pues entiendo que mi cuerpo contiene una vasta sabiduría que le permite mantenerse en equilibrio y que, cuando manifiesta malestares o dolores, me está dando mensajes para comprender a dónde debo llevar mi atención y qué cambios puedo aplicar para recuperar el equilibrio.
El cuerpo no es nuestro enemigo, sino nuestro aliado y cuando trabajamos en conjunto con él, le ayudamos a alcanzar el bienestar. Desgraciadamente, nuestro ritmo de vida actual es rápido y estresante fomentando que nos desconectarnos de nuestro cuerpo y dejemos de escucharlo; la mayoría de los trabajos nos exigen pasar demasiado tiempo sentados frente a una computadora y si surge un malestar, se espera que hagamos todo lo posible por eliminarlo a la brevedad. A la larga, esta desconexión provoca que nuestros problemas aumenten y se agraven.
Por otro lado, he observado que la desconexión de algunas personas con su cuerpo es tan profunda que les resulta difícil detectar un desequilibrio y cuando sienten una pequeña molestia y van al médico, se dan cuenta de que ya tienen un grave problema de salud.
Yo solía creer que ser insensible al dolor era una bendición, pues como constantemente tenía malestares, pensaba que la vida sería mucho más sencilla sin la presencia del dolor y, de hecho, trabajar en exceso era una de las estrategias que utilizaba para ignorar mis malestares y tratar de desconectarme de mi cuerpo.
Nuestra meta nunca debería ser callar nuestro cuerpo ni eliminar los malestares o síntomas rápidamente sino conectarnos a su sabiduría, aprender a estar presentes en él e interpretar los mensajes que nos manda para poder detectar el problema raíz detrás de nuestras dolencias.
Hoy agradezco que mi cuerpo no se haya callado como yo quería, pues esto me ha permitido conectar profundamente con él y conocerlo mejor.
Las siguientes, son algunas de las muchas formas en las que podemos conectar con la sabiduría de nuestro cuerpo y que, en lo personal, me han sido de gran ayuda:
Practicar ejercicios de respiración:
Cuando respiramos lenta y profundamente, nuestro diafragma estimula el nervio vago, uno de los principales nervios del sistema nervioso que funciona como el interruptor de encendido y apagado entre el sistema nervioso simpático (modo pelear-huir) y el parasimpático (descanso y digestión). Las personas que sufrimos de trastornos del sistema nervioso podemos llegar a tener atrofiado este nervio y por tal razón se nos complica relajarnos.
Tener un nervio vago funcionando en óptimas condiciones nos ayudará a regular nuestra respuesta al estrés y, de esta manera, nos será más sencillo conectar con nuestro cuerpo.
El método de respiración del cuadrilátero es una técnica bastante sencilla para empezar a trabajar en la respiración y consiste en inhalar profundamente contando hasta cuatro lentamente, aguantar la respiración mientras se cuenta hasta cuatro y, finalmente, exhalar lentamente contando hasta cuatro. El conteo lo podemos hacer más largo conforme vayamos mejorando nuestra capacidad pulmonar y, ante ataques de ansiedad o pánico, es recomendable que la exhalación sea más larga que la inhalación.
Meditar:
La meditación es una práctica formal usada en todo el mundo para, entre otras cosas, ayudar a calmar la mente. Todas las prácticas de meditación se basan en traer la conciencia al momento presente, observar los pensamientos y dejarlos pasar con neutralidad; esto fomenta la conexión con el cuerpo. Sugiero no comenzar por la técnica de meditación más ambiciosa cuyo objetivo es dejar la mente en blanco y quedarse quieto, pues esto puede resultar sumamente complicado al principio. En su lugar, podemos practicar la meditación activa o en movimiento que consiste en enfocarse en el presente mientras realizamos actividades cotidianas (cocinar), artísticas (costura) o físicas (caminata). También podemos recurrir a las meditaciones guiadas y a la repetición de mantras.
Pasar tiempo en la naturaleza:
Durante siglos, los seres humanos mantuvimos una estrecha relación con la naturaleza. Desgraciadamente, la vida moderna y la urbanización nos han llevado a pasar cada vez menos tiempo en contacto con ella.
Los sonidos que sólo podemos escuchar cuando estamos en un lugar rodeado de naturaleza, por ejemplo, el viento al pasar entre las hojas de los árboles, las olas del mar, el canto de las aves, los sonidos que emiten los insectos, caídas de agua, etc., estimulan nuestros sentidos y calman la mente haciendo mucho más sencillo que nos demos cuenta de cómo se siente nuestro cuerpo.
Llevar un diario de estilo de vida:
Un diario de este tipo nos permite registrar información relacionada con nuestras actividades diarias, interacciones con otras personas, hábitos alimenticios, de sueño y de ejercicio a fin de recopilar información valiosa para que, al presentar algún malestar o dolencia, podamos encontrar su posible relación con algo que estemos haciendo de forma habitual. De esta manera, podremos modificar nuestra rutina y analizar cómo responde nuestro cuerpo.
Practicar disciplinas que favorezcan la conexión con el cuerpo:
Practicar con regularidad disciplinas como yoga, chi Kung o tai chi que combinan ejercicios físicos, de respiración y meditación favorece la toma de conciencia del estado interno del cuerpo y activa mecanismos corporales de autorregulación. Estas disciplinas han llegado a considerarse terapias alternativas y formas de meditación en movimiento.
Si nuestra meta es favorecer la conexión con nuestro cuerpo y fomentar un bienestar general, es aconsejable practicar estas disciplinas como fueron concebidas en sus culturas de origen y evitar sus formas “occidentalizadas”, es decir, las prácticas cuyo objetivo sea embellecer el cuerpo o perder peso.
Usar aceites esenciales:
Los aceites esenciales nos permiten relajarnos de una forma muy placentera y traer los olores de la naturaleza hasta nuestro hogar. Estas poderosas herramientas estimulan el sentido del olfato y, a diferencia de los fármacos convencionales cuya habilidad para atravesar la barrera hematoencefálica es limitada, los aceites esenciales llegan rápidamente hasta el sistema límbico de nuestro cerebro que es la parte encargada de regular nuestras emociones y comportamiento.
Por otro lado, son un excelente apoyo para la regulación del nervio vago que, como ya mencioné, juega un papel fundamental en nuestra relajación.
Es importante mencionar que los aceites esenciales son compuestos botánicos altamente concentrados que deben manejarse con cuidado para evitar irritabilidad de la piel y mucosas por lo que es aconsejable buscar la asesoría de un experto en el tema.
Recurrir a terapias que trabajen con el sistema musculoesquelético y la fascia del cuerpo: Actualmente, se sabe que las emociones y los traumas llegan a almacenarse en nuestro cuerpo, específicamente, en el sistema musculoesquelético, el cual proporciona sostén y movimiento al cuerpo, y en la fascia que es el conjunto de fibras y tejido conectivo que rodea todas las estructuras de nuestro cuerpo. En algún momento, todos hemos notado que, cuando experimentamos estrés, por ejemplo, manifestamos dolor de hombros, cuello o tensión en la quijada; sin embargo, en ocasiones sufrimos de tantos dolores o malestares que ya no sabemos detectar cuál podría ser su origen emocional.
Acudir con profesionales en quiropráctica, osteopatía o masoterapia, quienes trabajan con el sistema musculoesquelético y la fascia, es una excelente forma no solo de relajarnos y aminorar los dolores de nuestro cuerpo, sino también de conectar con su sabiduría para tomar consciencia de la relación que los dolores físicos pueden tener con nuestras emociones. Desde mi punto de vista, estos profesionales pueden fungir como intérpretes del lenguaje de nuestro cuerpo cuando se nos hace difícil entenderlo, es decir, nos podrán guiar respecto a las partes de nuestro cuerpo que requieren de nuestra atención o que están llevando el peso de nuestros problemas emociones para que podamos trabajar en ellos.
Mantener el cuerpo adecuadamente hidratado:
El agua es el elemento nutricional de mayor importancia para nuestro cuerpo. Gran parte de la comunicación que tiene lugar en él se da por medio de impulsos eléctricos y, como bien sabemos, el agua facilita la conductividad eléctrica. Asimismo, nuestro cerebro, que es el órgano más importante de nuestro cuerpo por estar involucrado en todas sus funciones vitales, está formado por un 75 % de agua. De aquí que sea tan importante mantener una hidratación adecuada cuando deseamos prestar atención a los mensajes que nos envía nuestro cuerpo respecto a un posible desequilibrio.



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