El poder de ser visto: sanación en los detalles cotidianos
- Lorena Ayala

- 25 sept
- 3 Min. de lectura
A veces creemos que la sanación requiere grandes gestos, horas dedicadas o rituales complejos. Sin embargo, los momentos más sencillos pueden tener un efecto profundo: una mirada atenta, una palabra auténtica, un reconocimiento genuino. Esta es una forma de magia que todos tenemos a nuestro alcance, y que tanto los humanos como los animales sienten y valoran.
Mis sesiones de comunicación animal incluyen sanación energética, la cual ayuda a su compañero a integrar lo platicado. No siempre queda mucho tiempo para estas sanaciones, y la perfeccionista en mí muchas veces se queda con la idea de que hubiera podido hacer más por ellos o dedicarles más tiempo.
Hace unos días, en una de mis caminatas por un parque ecológico, me encontré con muchos grillitos silvestres. Me detuve un momento a contemplarlos y a decirles lo bonitos que estaban. Ellos me comentaron que les sorprendía mucho que me detuviera a verlos, porque la verdad muy pocas personas de las que pasaban por ahí los notaban entre tantas cosas bellas del paisaje: plantas, flores, otros animales más grandes, etc. Cuando me retiré, a modo de despedida, me dijeron: “Gracias por la sanación”. Esto último me sorprendió, pues no me había detenido a verlos con la intención de brindar una sanación, y pasaron varios días antes de que comprendiera a qué se referían.
Este breve encuentro me recordó algo muy poderoso que todos podemos hacer por alguien más, animal o humano, y que tiene un gran efecto sanador: verlo, validar alguna de sus cualidades y escucharlo.
Piénsenlo por un momento: ¿verdad que a todos nos gusta cuando alguien nos hace un cumplido de corazón? Algo tan simple como recibir un mensaje de buenos días o escuchar cuando alguien nos dice: “Qué bonito se te ve ese color” nos hace sentir vistos, y eso es hermoso. Ni qué decir de cuando alguien nota que estamos haciendo algo bien o aprecia nuestras cualidades; eso nos puede alegrar el día.
No hablo de la adulación vacía que se hace esperando algo a cambio. El poder sanador lo tiene una validación auténtica del otro ser. Esta es una de las razones por las que programar una sesión de comunicación con sus compañeros animales puede ser tan sanadora: ellos son felices de saberse escuchados e incluidos, y a menudo quieren pedirles a sus humanos que les digan qué los hace únicos y por qué los quieren tanto. Ellos desean ser validados, y esto, independientemente del tiempo que yo dedique a una sanación, ya es en sí mismo muy sanador.
Algo que también procuro en mis sesiones es tener oportunidad de validar no solo a los compañeros animales, sino también a sus humanos. Los animales son expertos en hacer esto; con frecuencia les dan las gracias a sus humanos por la sesión, por todos los cuidados que les procuran y por el amor que les dan.
Además, tengo tres muy buenas noticias al respecto:
1. Nosotros tenemos ese poder de sanación en todo momento con nuestros compañeros animales, más allá del tiempo que se les dedique en una sesión. No olvidemos notarlos, decirles cuando están haciendo algo bien e incluirlos en nuestras decisiones. Esto último los hace sentir escuchados y valiosos.
2. Este súper poder de sanación también lo podemos aplicar con otras personas en nuestro día a día. Saludemos a quienes nos brindan un servicio, reconozcamos a amigos, familiares o compañeros de trabajo cuando notemos que están haciendo algo bien, hagamos cumplidos de corazón y estemos presentes en nuestras conversaciones. Permitamos que los demás se sientan escuchados.
3. Hacer esto tiene una energía bella y magnética: invita a los demás a hacerlo por nosotros también. Seguramente más de uno de ustedes ha visto transformarse un día gris en un día soleado cuando un extraño los saluda, o cuando la cajera del súper les da las gracias y les desea un buen día, por poner solo unos ejemplos.
Sanar no siempre significa hacer grandes cosas; a veces basta con detenerse, mirar y escuchar. Cada reconocimiento genuino que damos, cada cumplido auténtico, es un pequeño acto de sanación que deja huella, tanto en humanos como en animales. Y lo mejor de todo: es un regalo que podemos dar todos los días, sin necesidad de planearlo, solo estando presentes.




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